viernes, 17 de mayo de 2013

Paseo por Madrid

Reloj puerta del sol Madrid y oso con madroño símbolo de la ciudad
Conocida, importante, popular, ciudad cosmopolita y centro neurálgico de España. Pasear por Madrid es perderse en la historia, sorprenderse a cada paso y no terminar de conocerla nunca, así que por más que la visito es diferente, descubro algo  escondido, algo nuevo. 
Pero hay lugares que siempre están ahí y que no puedo olvidar, como esos bancos del Paseo del Prado donde solía sentarme a
leer los domingos por la mañana, los relajantes paseos por el Campo del Morola calle Huertas con poemas o sin ellos más bien con aquellos lugares acogedores y bohemios donde escuchar jazz o algún acústico intimo o las vistas de la ciudad desde  la terraza del ático de "mi casa" en el Hotel Asturias, la Feria del Libro, la concurrida calle Fuencarral desolada a las horas que la pasaba camino a mi trabajo, los rosales del Retiro, la calma del Templo de Deboh.

Recuerdo las Navidades cuando era niña en la Plaza Mayor, los paseos con mi madre por Bravo Murillo, las compras en el mercado Maravillas, las bambas rellenas de la pastelería de Cuatro Caminos, el olor a café en la entrañable cafetería Barbieri , los bailes con los amigos y artistas en la sala de fiesta Carnaval a puerta cerrada cuando el público se había marchado,  recuerdo caminar por sus calles y descubrir tranquilidad en el bullicio, detalles en el caos, evitar el metro para pasearla una y otra vez, recuerdo que en Madrid . . . volví a nacer. 

Hoy día me sigue resultando especial, la sigo descubriendo, como cuando me sorprendí al ver la cúpula de San Francisco el Grande o su pinacoteca privada, las exposiciones al aire libre, los lugares emblematicos de tapeo (el que más me gusta por su decoración y la calidad y variedad de sus tapas La Musa de Espronceda en la calle Santa Isabel) sus músicales, el museo Thyssen, conocía el Prado y el Sofia pero este lo conocí hace poco y me ha dejado maravillada por su excelente colección permanente y otro que me maravilló el Museo del Romanticismo en la calle San Mateo, poder cenar en el interior del Palacio de  Anglona ( de la época de los Austrias, Carlos II) en la calle Segovia 13, el Mercado de San Miguel con su magnifica estructura original de hierro de principios del siglo XX  se ha convertido en un lugar singular donde se mezclan los típicos puestos de mercado con la restauración más exquisita.




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¡Nos vemos en la siguiente historia!

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